domingo, 7 de diciembre de 2008

Merry christmas to me...

Hoy debo sentarme a estudiar... un exámen de comunicación organizacional espera por mí mañana, sí, mañana lunes 8 de diciembre, festivo en nuestra Colombia por cuestiones religiosas, pero la cabeza no me da, no porque quiera salir a la calle a contemplar el espectáculo de farolitos y lucecitas que adornan las casas y las cuadras de mi pintoresca ciudad. La cabeza no me da, porque mi concentración es perversa, recuerdo que en el colegio, mi libreta de calificaciones por lo regular traía una nota escrita por la profesora: "Adrianita es buena estudiante, pero es muy distraida y charlona..." Qué tiempos aquellos. El punto de mi distracción es la pólvora, estamos en la época más dulce, más amorosa, más alegre y por obvias razones, más bullosa.

Y es que cómo carajos puedo concentrarme, si cada 15 minutos pasan y explotan un tote, u
n cohete, una zapa, una de esas tantas cosas que inventan los polvoreros para hacer su agosto en diciembre y engrosar las listas en los pabellones de quemados de los hospitales. Con cada estallido, mi cuerpo también estalla, se retuerce, mi corazón se acelera y comienza a subirme un calor y una comezón desesperada y me imagino torciéndole el cuello o echándole agua al promotor del estruendo. Respiro, me incorporo y continúo.

No se desde cuán
do comencé a perderle el gusto a la navidad, pero hace ya varios años, y no fue porque de niña hubiera pedido el regalo imposible, desde que tengo uso de razón se quién es el niño Dios, entonces mis peticiones eran justas y consideradas. Creo que es por toda esa fantasía americana que le meten a uno en la cabeza, la fantasía roja, verde y dorada que inunda las calles, el cuento aquel de los amigos que son más amigos, de los malos que se vuelven buenos, la odisea de las familias que desesperadas por cumplir con los estándares sociales, empeñan hasta la conciencia con tal de regalarles a todos un poquito.

Sí, es eso, la gente cambia, se enloquece, de un momento a otro les nace un espíritu festivo lo más de simpático y de todo quieren hacer una rumba diaria, y en las noches, mientras duermo, si es que puedo, mis ventanas vibran y se escuchan los bajos de la música en una incesante e indecifrable tonada, acompañados por las explosiones de los fuegos artificiales.

No creo que me esté quejando o que sea amargada, la verdad me considero divertida, pero es que no comparto esa locura colectiva, una locura sin razón, como la del 31 que ¿a cuenta de qué, tenés que abrazarte con todo el mundo y echarte a llorar por el año que se fue?, igual el 31 de diciembre, al de enero, al de mayo, es igual, al final los días mueren y al siguiente nacen y así, vienen y se van... De la navidad hay mucha tela de donde cortar, pero me la pasaría divagando y contando las historias que por mi ventana van pasando, como la gente que ahora hace turismo para mirar el alumbrado, van con sus pintas domingueras y listos para seguir de tiro largo por cuenta de la fiestecita en la casa de algún fulano. El tiempo se me pasa y de estudio nada, mejor hasta aquí dejo este tema y trato de concentrarme en lo que realmente me interesa, porque mañana pleno 8 de diciembre un exámen final me espera.