martes, 10 de noviembre de 2009

Pasajes


Todas las mañanas la encontraban allí, sentada sobre su mecedora de madera balanceándose:

adelante - atrás, adelante - atrás…

tejiendo la manta para su amado:

zigzag, zigzag, zigzag…

-¡buenas doña Polonia!

-buenas misiá Delfina.
Una adusta voz se escondía tras la morena figura.

-¿ésta vez será misiá Delfina?

-no, todavía faltan muchos días…

Hasta ese punto les llegaba la conversa. Delfina seguía la ruta empedrada que conducía a la vereda, y Polonia, cual la épica Penélope, su manta tejía al vaivén de su vieja silla:

adelante – atrás, adelante – atrás...

Todavía faltan muchos días.

martes, 11 de agosto de 2009

Periodismo, compromiso social

Me encontraba realizando mi rutina cotidiana en la mañana del martes 4 de agosto cuando recibí la grata llamada de un amigo quien con la voz en tono alegre me dijo – Feliz día del periodista amiga Adriana - En realidad ni por la mente se me cruzaba aquella fecha institucionalizada desde el año 2004, donde la Ley 918 declaró el día 4 de agosto como el “Día del Periodista y Comunicador”, en conmemoración de la primera publicación de la “Declaración de los Derechos del Hombre”, realizada el 4 de agosto de 1794 por Antonio Nariño, Precursor de la Independencia.

Confieso que no soy periodista y nunca me he sentido como tal, en realidad el camino apenas comienza. Mi profesión es la locución, al periodismo le huí durante mucho tiempo, demasiado compromiso social para alguien que no quería enredarse la vida. No cualquiera es periodista, para serlo se necesita criterio, coraje y una integridad férrea que no le permita doblegarse ante el signo pesos. Entonces, recuerdo y admiro a los grandes, a esos hombres que dejaron su nombre impreso en la historia del periodismo en nuestro país.

Sin viajar muy lejos en nuestro terruño el periodismo también tiene historia, resaltemos por ejemplo una que aún sigue su rumbo en un camino que se abrió a pulso por allá en el 75, cuando un tolimense y tulueño de corazón José W. Espejo, nos enseñó que la constancia, la convicción y la pasión por lo que se hace tienen su recompensa. Así nació El Tabloide, periódico que durante 34 años, ha estado en las buenas y en las malas de nuestro acontecer centrovallecaucano, que nos presenta un periodismo ágil que ha madurado con el pasar de los años, que ha evolucionado al ritmo de la modernidad y se reinventa cada vez, pero ante todo que no pierde su esencia y su razón de ser: ser emisores de la verdad.

Mis letras hoy agradecen a quienes aún defienden esta causa, a quienes con pasión desarrollan esta actividad tan digna de admirar, tan fuerte, pero tan frágil cuando se trata de divulgar las cosas tal cual. Pase lo que pase que tu voz no se calle, que tu pluma sea la espada que esgrimes por justicia, la objetividad una constante y la verdad, la ruta que marque tu destino... Feliz día hoy y todos los días amigos Periodistas.

domingo, 2 de agosto de 2009

El mejor trabajo del mundo

Una noticia que le dio la vuelta al mundo y ha despertado miles de caras verdes de la envidia, la protagonizó el joven británico Ben Southall, quien a sus 34 años se hizo merecedor de “El mejor trabajo del mundo”, con un sueldo US105.000 dólares estadounidenses, ganados a punta de tomar el sol, pasearse en las playas vírgenes de Queenland (isla australiana) y relatar diariamente su experiencia en un blog con fotografías y todo durante seis meses. Esto por cuenta de un reality show australiano que debido a la crisis, busca incrementar el nivel de turistas.

La noticia es magnífica, cualquiera de nosotros desearía un trabajo así, el mejor trabajo del mundo. Mi imaginación se adelanta unos tres meses después de todo este bullicio mediático cuando el joven Southall, haya recorrido de cabo a rabo la isla y sus alrededores y esté mamado del sol, el calor, de bañarse con agua salada y haber entrado en la rutina de divertirse diariamente. Entonces la idea del mejor trabajo del mundo se desvanece y me hace recordar una anécdota que demuestra nuestro interminable inconformismo. Hace un año una amiga se quejaba por lo cansada que estaba en su trabajo, aparte de tener un sueldo bajo, no gozaba de un buen jefe, sus quejas eran constantes hasta que consiguió uno nuevo y mejor remunerado, esta semana me la encontré y de nuevo se quejó por su mala fortuna, este trabajo también la tenía aburrida.

Somos quienes somos donde quiera que estemos, ¿a dónde va el buey que no tenga qué arar?, el mejor trabajo del mundo está en nuestra conciencia, en lo bien que nos desempeñemos, el mejor trabajo del mundo está en agradecer que tenemos uno, que san billete así sea poquito llega, porque la ley de causa y efecto existe, y lo que sembramos eso cosechamos. El mejor trabajo del mundo aparece cuando lo asumimos con una sonrisa, cuando disfrutamos lo que hacemos y cuando estamos convencidos que la magia en la vida existe.

La Rueda Mágica

En Colombia celebramos 199 años de nuestro grito de independencia, ¡vaya, un añito y llegamos al bicentenario! En este lunes feriado todas las calles de nuestra patria se veían tan bonitas adornadas con el tricolor y gracias a la brillante idea del Gran Concierto Nacional, en más de mil ciudades colombianas se instalaron tarimas donde los artistas y músicos, ofrecieron su talento para deleitar a los miles de espectadores, que se congregaron en las principales plazas y en un solo grito cantaron ¡Viva Colombia!, ¡Libertad!, entre otras consignas esperanzadoras, de esas que nos salen cuando estamos imbuidos con el espíritu patrio.

Independencia, palabra que retumba en mi cabeza al recordar vagamente el hecho que rebosó la copa, la excusa perfecta para formar la trifulca, el préstamo de un florero, el famoso florero de Llorente. Sin abusar de la historia ni dármelas de historiadora, ni más faltaba, trataré a mí entender, de remembrar un poco el hecho aquel, para que estemos claros en el por qué nuestro grito de independencia se ha dado.




Durante tres siglos, iniciando desde el descubrimiento de América en 1492, las tradiciones políticas de los criollos, es decir nosotros, giraron en torno al dominio colonial, los españoles. Dominio que se tradujo, como cosa rara, en abusos en los impuestos a la corona, restricciones y discriminación hacia los criollos con respecto a ocupar cargos de poder. Entonces un grupo de criollos ilustres se reunieron en secreto para planear el golpe final que con la excusa del préstamo de un florero, marcó el comienzo de una serie de revoluciones independentista que la historia ha relatado ya. Aquellos esfuerzos no fueron en vano, nos libramos de los tiranos, pero leyendo un poco más me doy cuenta o especulo que la historia vueltas da. Como “la rueda mágica” en ciclos giramos y ahora nuestros opresores en otras pieles han mutado, y tal vez a una Patria Boba hemos regresado. Patria que reclama libertad, que le hace fiesta a una utopía cada 20 de julio, mientras a sus hijos se los come la selva en medio de las sombras. Nuestras batallas se reducen a un polvo blanco, el comodín usado para afianzar la entrada de una nueva corona que llega con los vientos del Norte.

La rueda mágica ha girado, pero a la espera de un Tribuno del Pueblo estamos, alguien que nos aliente con tan premonitorias palabras que con el pasar de los años aún siguen en boga: "Santafereños: Si perdéis estos momentos de efervescencia y calor, si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de doce horas seréis tratados como insurgentes: ved los calabozos, los grillos y las cadenas que os esperan". Esta fue la consigna de José Acevedo y Gómez, criollo ilustre con la elocuencia suficiente para mover al pueblo y cuyas palabras pronunciadas aquel 20 de julio de 1810 me llevan a pensar en el grito de Independencia que… ¿hemos dado?

martes, 21 de julio de 2009

Que brille para ellos la luz perpetua...



El 25 de junio de 2009, será recordado como el día que paralizó a un mundo que durante cinco décadas le siguió la pista al prodigio de The Jackson Five: Michael, el pequeño gigante dueño de la tierra del nunca jamás, de los pasos inimitables, de la voz dulce, el de las letras esperanzadoras, y quien casi quince días después de su muerte, al fin descansó en paz en su modesto ataúd de más de 25 mil dólares, se fue Michael Jackson, el Rey del Pop. El año 2009 sin duda quedará escrito con letras capitales en la historia de la humanidad, se ha llevado en su tránsito a personajes que dejaron una huella significativa en la escena mediática.

Ese día, tras el revuelo de los medios de comunicación por el deceso de Jackson, tímidamente salió a luces la muerte de otro ícono de la cultura pop de los años 70 y 80, el sex symbol y ex ángel de Charlie: Farrah Fawcett. Estos acontecimientos que tocaron la vida de muchos, uno bajo la sombra del otro, me hicieron recordar que el 13 mayo hace escasos dos meses, Colombia vivía un hecho similar al despedir a dos grandes consentidos de los medios criollos: el Payaso Bebé y Rafael Escalona. Desde sus flancos el humor y la música, escribieron nuestra historia e irónicamente, el primero bajo la sombra del segundo, también marcaron su retirada.

Muchos pensamos en la injusticia del adiós, en el por qué si ambos fueron igual de importantes o hicieron esto y aquello, no se merecieron igual despedida, igual despliegue sensacionalista, lo irónico es que el adiós mismo es injusto. Suntuosas y bullosas o humildes y discretas, las despedidas son dolorosas, la hora de partida no está escrita, pero los hechos en vida son los que realmente cuentan en vida hermano en vida… Este año 2009 sí quedará escrito en la vida de muchos, en la vida de los Jackson, de los Escalona y de los miles que despidieron o despedirán a sus seres queridos, éste es un tránsito inevitable, pero mientras llega siempre recuerdo que las obras son las que quedan.

sábado, 4 de julio de 2009

Un año después, ¿Colombia libre o antiparabólica?



El jueves 2 de julio se conmemoró el primer aniversario de la heroica operación Jaque donde 15 secuestrados por las FARC fueron rescatados gracias a una impecable operación militar, las principales noticias de la prensa colombiana se concentraron en remembrar la hazaña, el antes y el después. Un año después en la vida de aquellas personas quienes hoy miran al pasado y cuentan la historia como contando una película, a la que se le presta mucha atención y se recita con lujo de detalles.

La operación que le dio la vuelta al mundo, sin duda dejó una honda huella en cada uno de nosotros. Estos son hechos históricos que nos unen en sentimiento patrio sin importar credo, estrato o raza, como aquella vez del 5 a 0 contra Argentina, ¿cómo olvidarlo? Los colombianos se abrazaron en un solo grito: la victoria ante los gauchos, los reyes del balompié latinoamericano.

Un año después, el recuerdo del rescate sigue latente y como hecho histórico que se respete, en la vida de los afectados, es decir en la de todos, se hizo un paréntesis y como por arte de magia uno se acuerda exactamente de lo que estaba haciendo ese día. En mi caso particular recuerdo que estaba en la casa de un amigo cuando la noticia llegó y encendimos la tele: ¡liberaron a Ingrid!, nos miramos y nuestros ojos estaban automáticamente aguados, no lo podíamos creer, nos abrazamos, salimos a las calles y veíamos las risas y rostros de asombro y esperanza en cada uno.

Los abrazos, el orgullo nacional que se siente, esa acción solidaria que se transmite cada que vivimos un momento tan marcado como éste, se reclama constantemente en los colombianos cuando somos presas cotidianas de un mal llamado: ser Antiparabólico, palabra que escuché en la jerga venezolana y que además de una risa, me robó la atención porque hace referencia a una persona a quien poco o nada le interesa un asunto. Aquí nuestro asunto es Colombia, nuestros derechos fundamentales.

Entonces el ser antiparabólico no es un mal nuevo y considero de más cuidado que el virus A H1N1 por peligro de contagio. Somos antiparabólicos cuando injustamente nos imponen leyes, violan nuestros derechos y por negligencia no acudimos al deber ciudadano de reclamar lo justo. Somos antiparabólicos cuando siendo testigos de un atropello a una persona o animal indefensos, callamos. Y peor aún, el antiparabolismo cobra fuerza en las urnas gracias al abstencionismo.

De antiparabólicos y antiparabólicas está lleno el mundo y como resultado la injusticia e indiferencia reinan por cuenta de la ignorancia del silencio. Que no sucedan más hechos que despierten el espíritu colectivo, que el colectivo sea la constante. Que la cuota de dolor se convierta en el grano de arena para erradicar la indiferencia. Hoy de manera breve, estas letras más que una opinión quieren hacer eco de un clamor, donde el ser antiparabólico se convierta en ficción.

jueves, 2 de julio de 2009

Las cartas de Sofía



Hoy los días me sorprenden nuevamente con la fantasía de tu sueño, el sueño que se gesta cuando estoy despierta, cuando estoy dormida, el sueño que me hace recordar que estoy viva, que mis días siempre han sido casuales, monocromáticos a veces multicolores, en fin, días han sido. Días con sentido y ahora con un Norte, Tu. Días que huelen a magia, los días que te espero, que acaricio el sueño de tenerte, los días en que fantaseo con los olores tuyos, con tus sabores, los días que se van y regresan con el arrullo de tu voz.

Te espero mientras tejo la manta que nos cubrirá en los días de amores, dolores, en los días de risas y caricias en un halo rosa, mientras los días grises esperan.

La coral de nuestro idilio se entona en las noches cuando tus latidos y los míos se amalgaman, la platónica esencia de nuestro secreto se revienta cuando nuestros dedos solo sienten el tacto frío en la distancia. El amor vive en la mente y corazón de los amantes, en la ilusión de ser amado, en la ilusión de la entrega, la entrega del uno, del todo, del comerse la savia e impregnarse del otro. Mi entrega no vacila ante la promesa de vida, una promesa que se reinventa cada vez, una promesa Fénix.

Me miro en el espejo y te veo, silente sigo tus pasos, los que imagino das. Tu vida paralela a la mía ha estado y al mirar al cielo te indagaba mientras tú me buscabas. ¿Cuán irónico es este circo de la vida que en una jugada de la causalidad y de la modernidad me regala en su función la noticia de tu realidad?

Y mientras te pienso, siento que te siento y vago por los corredores de la incertidumbre adivinando y descifrando tu razón, tú vas por el mundo haciendo tu vida con la certeza de la mía, atesorando el momento esperado, aquel que me rompe el coco, aquel que en el calendario no está marcado, pero aquel que existe, que se anhela, aquel que espero la suerte sea.

jueves, 2 de abril de 2009

Amalgama


Regresé después de tantos días de tenerte olvidada
Como siempre ahí estabas, expectante a mi encuentro…
Inquieta, ágil, malabarista y dispuesta a contarlo todo,
No me resisto a tomarte nuevamente
Porque sé que en cualquier momento, a cada instante,
Estas para mí.

No vacilan mis dedos, saltarines acarician el teclado vaciando la prolijidad de tus ideas,
Mis manos acuden, mis sentidos se alinean en tu frecuencia,
Soy yo prisionera de tus conceptos, del vaivén de letras en constante orgía creativa,
Soy yo prisionera de los sueños, de las musas disfrazadas de elementos, gentes, situaciones
Y como un fiel lacayo a tus preceptos cedo… fiel a ti me muevo.

Eres tú Inspiración, corazón, razón, júbilo, pasión…
Eres tú inocencia, ironía, agonía, incertidumbre, pena…
Eres tú un todo, eres tú, soy yo…
Amalgama en un ente que vive, que escribe, que llora, que canta, que ama.
Eres tú un todo, eres tú, soy yo… somos todos

Años


El día anterior había llovido, esa noche dormí como un cachorro, un viento helado se coló por mi ventana generándome la atmósfera perfecta para sumergirme en los brazos de Morfeo sin ninguna preocupación. El amanecer era el esperado, gris, frio… extrañamente mágico para mí.

En este día mi agenda está un poco apretada y desesperada, está revuelta entre las obras altruistas que realizo como voluntaria para la corporación a la que pertenezco, y mis bolsillos llenos de miseria, vacíos, más de seis meses sin recibir un salario fijo golpean a cualquiera. Pero mi entusiasmo vive, la emoción que me genera el realizar algo bien hecho y que beneficie a otros es razón suficiente para seguir en la arena. La ducha matutina, aún hay silencio, la ciudad apenas se despierta. El desayuno servido en la mesa, por fortuna tengo una madre, de esas de antaño que te consienten hasta el día en que la vida de alguno de los dos, madre o hijo, detiene su marcha. La atmósfera se muestra apacible, lo que me da pie para planear mi día, mis palabras, mis gestos casuales. Mi naturaleza femenina me conducen al baño, allí tengo todo lo necesario para ponerme la máscara, para mostrar un rostro menos desaliñado, más atractivo, ilusorio.

En el baño también entro en conflicto cuando trato que ponerle orden a mi melena, la estiro, recojo, dejo suelta, buscando cómo mejor queda. Entonces, mientras estoy en el proceso de peinado, un pequeño reflejo brillante ubicado en la línea del flequillo llama mi atención, su longitud me hace pensar que es una lanita, pues las hebras de la toalla o de la ropa se sueltan quedando atrapadas en el cabello. La tomo por el extremo y advierto que no es una lanita, que es blanca, que al momento de halarla mi cuero cabelludo siente, advierto, con la esperanza de que no sea cierto, que es una cana.

Experimenté una extraña sensación, inmediatamente la risita nerviosa entró en escena, traté de ignorar este hallazgo, como a los fantasmas: si no crees en ellos, no existen. Pero la existencia de la primera cana a mis 31, me cayó como un baldado de agua fría, no tanto por la vanidad como les sucede a algunas que corren por el primer pote de tinte para cubrir algo que cada mes les recordará sus abriles: las raíces. Sino por la llegada inevitable de los años.

A este Peter Pan los zapatos no ya no le calzan, esa cana me hace pensar ya que aún virgen en las responsabilidades hogareñas, estaba segura de que nunca envejecería, que mi rostro no se ajaría y que no llegaría el momento en el que alguien me dijera señora o doña. Esa cana me hace reflexionar, mi cuerpo se desgasta, no produce melanina, o tal vez el stress de verme sin un duro se ha manifestado en la cintita nívea que ahora habita en mi cabeza. Arrugas, canas, flacidez, cicatrices… esos signos de la edad que se marcan en el cuerpo como heridas de guerra que evidencian que has vivido, que has luchado, que has sufrido.

Acomodo mi melena, lavo mis dientes y abandono el baño, mi día mágicamente gris con atmósfera casi capitalina sigue su marcha. Mi batalla termina en un empate, ahora tengo un nuevo aliado, un aliado platinado. Y espero mientras siga la vida, saber vivirla para que el paso de los años no golpee mi existencia y pueda tener una madurez digna.

sábado, 7 de febrero de 2009

Cartas y delirios. Cap I



...Apretó la carta contra su pecho, cerró los ojos, suspiró profundamente y en su rostro se dibujó esa sonrisa, la misma que siempre se dibujaba cuando estaba alegre, cuando las mariposas en el estómago le bailaban, cuando la ilusión tenía su puesta en escena, cuando soñaba despierta:

Sábado al medio día, llegaba de su trabajo y mientras almorzaba veía las noticias. Liberaciones, crisis y una peste nueva estaban de sobremesa. Después de lavar los platos sucios tomaba su habitual siesta de 15 minutos. Al despertar ya tenía planeada la tarde hacían falta algunas cosas en la cocina y otras en el baño, sería una tarde de supermercado. Terminaba de organizarse para salir, de repente el timbre interrumpía su concentración, presurosa iba hacia la puerta mientras improvisaba una cola de caballo en su melena despeinada. De espaldas un hombre alto de porte elegante y un aroma fresco, a varón, provenían de él. ¡Mariposas! y un corrientazo que la estremeció toda le permitieron pronunciar palabra

- ¿Agustín?

Él da media vuelta, la mira a los ojos y sonríe – Sí

Se siente desfallecer, todos los sentimientos juntos, todos, los más felices hacían fiesta en su ser. Reacciona y se lanza a los brazos de su Agustín, se abrazan sin musitar palabras, lo hacen tan fuerte como queriendo expresar y decir tantas cosas con la intensidad y el fuego provocado por aquellos cuerpos juntos.

Suspira… abre los ojos, se incorpora y continúa con su sonrisita, lee una vez más esa carta, la misma que atesoró en su pecho mientras su mente volaba, la carta que le envió Agustín. Es vívida, toca sus letras, huele la tinta, el papel, ese que está hecho en tierras lejanas y que voló miles de kilómetros hacia ella, su ahora preciado papel.

Para Sofía sus días en blanco y negro ahora tenían otro tinte, ¿puedes amar en letras? ¿Puedes hacerle el amor a un papel? Sí, si puedes, Sofía ahora todo lo podía, había descubierto el amor, no el convencional, había descubierto otra clase de amor, el de antes, el que se alimentaba con versos, con sueños. El imposible, el que se teje con ideales. Su amor viajaba millas y cruzaba océanos para llegar a su encuentro, efectivamente había descubierto otro tipo de amor: el amor que florece en postales, el amor que se vive en soledad...

sábado, 17 de enero de 2009

En la vía

Esta mañana salí a mi caminata matutina, hace un par de meses no lo hacía, el aire estaba fresco y el firmamento tenía el clásico gris que vaticina una tarde lluviosa, efectivamente lo fue. Andar por la carrilera me resulta atractivo, para mí es como reactivar la memoria, recuerdo que a mis ocho años el tren encerraba una magia especial, su tambaleante movimiento no lograba marearme, todo lo contrario, complementaba la escena construida por el magnífico paisaje de mi Valle del Cauca, y yo, con mi rostro en la ventana cerraba los ojos, me dejaba llevar por la brisa que movía mis crespos y por el olor a pasto, a caña. Soñaba entonces con mundos lejanos, me inventaba historias como la de ser mochilera, vestida de camisilla, jeans, tenis, un gran morral en la espalda y con un destino impreciso a dónde la vía me llevara.

Camino entre los rieles con la mirada fija al suelo cuidando de no dar un traspié, lamentablemente mi panorama no es el de otrora, la vía está descuidada, sucia, desagradablemente sucia: botellas, papeles, colchones, excretas de vaca, de perro, de humano y hasta el cadáver de un minino trozado por la mitad, estaba en una posición tal que sospeché que se había tratado de un suicidio y pensé hasta los gatos se hastían de la vida, entran en depresión y acaban con sus días.

Al mirar al frente identifico una figura conocida. A unos cuantos metros de distancia, allá, sentado sobre los rieles, un hombre moreno de unos 50 ó 60 y algo de años, un hombre de la calle, no es el término más digno, pero es el menos ofensivo que encuentro para dar seña alguna de él. Me es conocido porque lo he visto muchas veces en los semáforos pidiendo dinero. Su suerte no es la misma de todos, ésta es distinta, está reducida a un carrito de balineras que le sirve como instrumento de locomoción, sus piernas las perdió durante una batalla, la vida. En ciertas ocasiones he escuchado su historia, pero ahora no aparece en mi memoria.

Al acercarme, el hombre del carrito saluda – buenos días – yo le devuelvo su cortesía – buenos días – lo rodeo porque está en el camino y sigo mi ruta que se impregna con el desagradable olor que emana, no lo culpo, la calle no es un buen hotel.

- Ayer también estaba ahí, quien sabe que tendrá en la cabeza ese pobre hombre. Comenta una señora que pasa por el lugar.

En mi mente se quedó su imagen. Continúo la marcha y llego a mi destino donde acostumbro hacer un circuito de caminata y retorno por los rieles camino a casa. De regreso, allí estaba el hombre del carrito, esta vez de espaldas, erguido, con un sombrero roído en la cabeza. El hedor llega primero, el viento está en contra, hago el mismo movimiento, lo rodeo, esta vez lo observo un poco más, su mirada esta perdida en el horizonte, como esperando algo, le es indiferente si lo miran o no, pienso hablarle pero a la vez no quiero interrumpir su meditación, su abstracción de la realidad. Creo que era obvio pensar, al ver sus condiciones de vida, que estaba esperando el paso del tren que lo llevaría al descanso eterno, al fin de sus dolencias, eso es lo primero que pasa por mi cabeza tratando de encontrar una explicación para este evento.

Observar su mirada sin esperanza, me transportó inmediatamente a la mirada de mi abuela, era la misma… mi abuela lleva un año reducida a la cama debido a una trombosis, para ella, una mujer de 83 años que solía gozar de una vitalidad de roble, este hecho es la muerte en vida, por eso no se toma las medicinas, constantemente llora y se le alcanza a entender cuando a media lengua dice: me quiero morir.

Vivimos en una eterna contradicción, insatisfacción, injusticia. Se rumora que la pelona no discrimina… confieso que yo, completica, con mis cinco sentidos rodando, he pecado, unas cuantas veces le he pedido que me lleve cuando no le encuentro razón a nada y precisamente nada ha pasado. Nadie se muere en la víspera, cita un sabio adagio popular. Entonces, ceñida a la realidad me consuelo ¿A dónde va el buey que no tenga qué arar? Y avanzo.

Sigo mi ruta y en los rieles dejo a aquel hombre, regreso a casa y durante el día al realizar mi jornada, me pregunto si mañana lo encontraré allí.

Mi abuela y según mi apresurado juicio, el hombre del carrito, junto a muchas almas más, esperan en fila su hora, el fin, la muerte, esa que nos respira en el cuello, esa que al estar en sensatez espero llegue cuando mis propósitos estén cumplidos y como en mis sueños de infancia, en forma de tren, pueda abordarlo tranquilamente con destino al paraíso o al cielo, que se yo. Y mientras eso pasa, seguiré en la vía saltando obstáculos, mirando cuidadosamente para no dar un traspié, pasando los altos y bajos, saboreando cada instante, respirando.

Los espejos me devolvieron el reflejo de la realidad, de mi suerte frente a otras suertes, una realidad cruda, cruel y a su vez maravillosa. Atendí a las señales: para mí hoy, en la vía, la muerte fue un soplo de vida.