sábado, 7 de febrero de 2009

Cartas y delirios. Cap I



...Apretó la carta contra su pecho, cerró los ojos, suspiró profundamente y en su rostro se dibujó esa sonrisa, la misma que siempre se dibujaba cuando estaba alegre, cuando las mariposas en el estómago le bailaban, cuando la ilusión tenía su puesta en escena, cuando soñaba despierta:

Sábado al medio día, llegaba de su trabajo y mientras almorzaba veía las noticias. Liberaciones, crisis y una peste nueva estaban de sobremesa. Después de lavar los platos sucios tomaba su habitual siesta de 15 minutos. Al despertar ya tenía planeada la tarde hacían falta algunas cosas en la cocina y otras en el baño, sería una tarde de supermercado. Terminaba de organizarse para salir, de repente el timbre interrumpía su concentración, presurosa iba hacia la puerta mientras improvisaba una cola de caballo en su melena despeinada. De espaldas un hombre alto de porte elegante y un aroma fresco, a varón, provenían de él. ¡Mariposas! y un corrientazo que la estremeció toda le permitieron pronunciar palabra

- ¿Agustín?

Él da media vuelta, la mira a los ojos y sonríe – Sí

Se siente desfallecer, todos los sentimientos juntos, todos, los más felices hacían fiesta en su ser. Reacciona y se lanza a los brazos de su Agustín, se abrazan sin musitar palabras, lo hacen tan fuerte como queriendo expresar y decir tantas cosas con la intensidad y el fuego provocado por aquellos cuerpos juntos.

Suspira… abre los ojos, se incorpora y continúa con su sonrisita, lee una vez más esa carta, la misma que atesoró en su pecho mientras su mente volaba, la carta que le envió Agustín. Es vívida, toca sus letras, huele la tinta, el papel, ese que está hecho en tierras lejanas y que voló miles de kilómetros hacia ella, su ahora preciado papel.

Para Sofía sus días en blanco y negro ahora tenían otro tinte, ¿puedes amar en letras? ¿Puedes hacerle el amor a un papel? Sí, si puedes, Sofía ahora todo lo podía, había descubierto el amor, no el convencional, había descubierto otra clase de amor, el de antes, el que se alimentaba con versos, con sueños. El imposible, el que se teje con ideales. Su amor viajaba millas y cruzaba océanos para llegar a su encuentro, efectivamente había descubierto otro tipo de amor: el amor que florece en postales, el amor que se vive en soledad...