jueves, 2 de abril de 2009

Amalgama


Regresé después de tantos días de tenerte olvidada
Como siempre ahí estabas, expectante a mi encuentro…
Inquieta, ágil, malabarista y dispuesta a contarlo todo,
No me resisto a tomarte nuevamente
Porque sé que en cualquier momento, a cada instante,
Estas para mí.

No vacilan mis dedos, saltarines acarician el teclado vaciando la prolijidad de tus ideas,
Mis manos acuden, mis sentidos se alinean en tu frecuencia,
Soy yo prisionera de tus conceptos, del vaivén de letras en constante orgía creativa,
Soy yo prisionera de los sueños, de las musas disfrazadas de elementos, gentes, situaciones
Y como un fiel lacayo a tus preceptos cedo… fiel a ti me muevo.

Eres tú Inspiración, corazón, razón, júbilo, pasión…
Eres tú inocencia, ironía, agonía, incertidumbre, pena…
Eres tú un todo, eres tú, soy yo…
Amalgama en un ente que vive, que escribe, que llora, que canta, que ama.
Eres tú un todo, eres tú, soy yo… somos todos

Años


El día anterior había llovido, esa noche dormí como un cachorro, un viento helado se coló por mi ventana generándome la atmósfera perfecta para sumergirme en los brazos de Morfeo sin ninguna preocupación. El amanecer era el esperado, gris, frio… extrañamente mágico para mí.

En este día mi agenda está un poco apretada y desesperada, está revuelta entre las obras altruistas que realizo como voluntaria para la corporación a la que pertenezco, y mis bolsillos llenos de miseria, vacíos, más de seis meses sin recibir un salario fijo golpean a cualquiera. Pero mi entusiasmo vive, la emoción que me genera el realizar algo bien hecho y que beneficie a otros es razón suficiente para seguir en la arena. La ducha matutina, aún hay silencio, la ciudad apenas se despierta. El desayuno servido en la mesa, por fortuna tengo una madre, de esas de antaño que te consienten hasta el día en que la vida de alguno de los dos, madre o hijo, detiene su marcha. La atmósfera se muestra apacible, lo que me da pie para planear mi día, mis palabras, mis gestos casuales. Mi naturaleza femenina me conducen al baño, allí tengo todo lo necesario para ponerme la máscara, para mostrar un rostro menos desaliñado, más atractivo, ilusorio.

En el baño también entro en conflicto cuando trato que ponerle orden a mi melena, la estiro, recojo, dejo suelta, buscando cómo mejor queda. Entonces, mientras estoy en el proceso de peinado, un pequeño reflejo brillante ubicado en la línea del flequillo llama mi atención, su longitud me hace pensar que es una lanita, pues las hebras de la toalla o de la ropa se sueltan quedando atrapadas en el cabello. La tomo por el extremo y advierto que no es una lanita, que es blanca, que al momento de halarla mi cuero cabelludo siente, advierto, con la esperanza de que no sea cierto, que es una cana.

Experimenté una extraña sensación, inmediatamente la risita nerviosa entró en escena, traté de ignorar este hallazgo, como a los fantasmas: si no crees en ellos, no existen. Pero la existencia de la primera cana a mis 31, me cayó como un baldado de agua fría, no tanto por la vanidad como les sucede a algunas que corren por el primer pote de tinte para cubrir algo que cada mes les recordará sus abriles: las raíces. Sino por la llegada inevitable de los años.

A este Peter Pan los zapatos no ya no le calzan, esa cana me hace pensar ya que aún virgen en las responsabilidades hogareñas, estaba segura de que nunca envejecería, que mi rostro no se ajaría y que no llegaría el momento en el que alguien me dijera señora o doña. Esa cana me hace reflexionar, mi cuerpo se desgasta, no produce melanina, o tal vez el stress de verme sin un duro se ha manifestado en la cintita nívea que ahora habita en mi cabeza. Arrugas, canas, flacidez, cicatrices… esos signos de la edad que se marcan en el cuerpo como heridas de guerra que evidencian que has vivido, que has luchado, que has sufrido.

Acomodo mi melena, lavo mis dientes y abandono el baño, mi día mágicamente gris con atmósfera casi capitalina sigue su marcha. Mi batalla termina en un empate, ahora tengo un nuevo aliado, un aliado platinado. Y espero mientras siga la vida, saber vivirla para que el paso de los años no golpee mi existencia y pueda tener una madurez digna.