martes, 29 de noviembre de 2011

Pasaje


¡Vaya sol que hace! De pie junto a la ventana, encandilada está por el reflejo del astro que aunque le gusta, la mirada no resiste, los ojos le arden.  Bebe el té de frutos rojos bien caliente, de sorbo en sorbo le sigue el trayecto a los afortunados gallinazos.  Ellos vuelan, piensa.  Sí, comen carroña pero vuelan, no me importaría comer carroña con tal de poder volar y perderme todos los días allá bien alto, porque según  cuentas, son de los que más altura alcanzan.  Sí… un gallinazo, con la panza hedionda pero volando, libre, sin problemas, solo el gélido viento y yo mientras abajo los miserables se destrozan y acaban con lo poco que nos queda, dejando los restos que me comeré al bajar… 

Regresa al último sorbo de té y sonríe mientras piensa en lo fácil que sería su vida siendo el necrófago animal.

martes, 20 de septiembre de 2011

Nostalgia




Al partir, la húmeda atmósfera me devolvía una frescura particular, como diciéndome adiós, la frescura de una despedida… Despego y mis ojos a través de la ventana te observan por última vez, verde de tan mullido aspecto con serpenteantes figuras líquidas que se diluyen en mis ojos, mientras estos mismos ojos se volvían líquidos al pensar que serás ya un recuerdo.

Imágenes, apegos míos que se hacen más fuertes con el pasar del tiempo, los años me llegan convertidos en sentimiento, en amores por cosas, gentes, momentos… Apegos.

El vuelo es una fiesta carmesí producto de una mágica puesta de sol, carnaval de azules violáceos fundidos en blanco mientras la moneda de oro se perdía en el Occidente.  Mis ojos aún líquidos tratan de capturar tanta maravilla para perpetuarla en mis adentros. De repente, al Oriente, justo en mi ventana, otro gigante de plata aún con tintes amarillos, se levantaba tímidamente en su paraíso poco a poco añil, esta vez la madre Natura me regalaba una función extra: Sol y Luna frente a frente, de extremo a extremo, desde el aire observo un cambio de turno.

Sin palabras despedida, mi partida será el hasta siempre que sellé en mi libre unión con este Universo. Hasta siempre a tus paisajes, a los momentos eternos en donde solo tú Atrato y yo, nos encontrábamos en silencio.  Hasta siempre a la sonrisa amplia, a la bella y aterciopelada piel de ébano, a la generosidad de formas que le ofreces a la asombrada vista del foráneo.  Hasta siempre a tu espesura, mis historias te las quedas en la bóveda de tus secretos.

El vuelo continúa mientras te dejo, mientras se cae el día y el carnaval carmesí es ya añil. Súbitamente el Valle aparece en escena, tramos de luces demarcan la geografía de los pueblos, el panorama es otro, ya no estarás manigua ante mis ojos, ahora te quedas en el vagón de mis recuerdos, perenne serás ahora en mis sueños.

sábado, 13 de agosto de 2011

The Golden Rush

Vivo en la tierra del oro donde la fiebre es amarilla y los dientes son blancos como el platino.

La tierra de los excesos, de la vida cara, de los sentires intensos.

Excesos en amores, luchas y dolores, ¡carajo! Si es que ya deliro y digo incoherencias… camino siempre con las manos en los bolsillos, como si teniéndolas allí fuera garantía de que no se me escapara la vida. Sigo el paso y le boto mente a todo, a lo que hice, a lo que dejé de hacer… pero ojo, con la convicción de no arrepentirme, lo que se hizo o se dejó de hacer es lo tangible y ante eso, nada.

El caminar me resulta confortable, mis pies se dejan llevar uno detrás del otro siguiendo el mismo ritmo que traigo desde hace años, como si estuviera en huída.

Condenada nómada, condenada a seguir volteando. Sigo caminando después de una de mis pataletas rosa y me encuentro con una casi interminable e insólita hilera de gente esperando el turno mientras el hombre del “cajero móvil”, les recibe dinero y a cambio les entrega un papelito: ¡el baloto! dinero instantáneo, la puerta de entrada a una eternidad terrenal libre de preocupaciones… hoy en plena pasión de la Sub 20, hay otra fiebre, no la del oro, sí la del baloto.

“Si yo fuera rico… lalararalalala la raaa…” ¿cuántas ideas, sueños y promesas hay en cada cabeza que forma la hilera? La mía por un segundo se dibujó al contemplarla. Opa si tiraría todas mis cargas por el retrete y me iría, desaparecería y le daría un sentido más extenso a mi alma navegante y me comería el mundo. 68 mil millones no se encuentran detrás de la puerta, pero sí a tan solo instantes de un golpe de suerte de la maquinita aquella.

En hilera detrás de un sueño, en fila india y pacientes a la espera de Fortuna, en eso se podría resumir la vida. Pacientes nueve meses de espera para salir a la luz y respirar el oxígeno de esta tierra… buscad, buscad y esperad pacientes que todo llega a su debido tiempo. Ah si nos llega la vida, la felicidad, el amor, la pasión y hasta la muerte… y siempre nos toca esperar.

domingo, 5 de junio de 2011

Ellas

Me gusta verlas en las calles, esbeltas, de largas piernas, tan erguidas ellas, como palmeras se contonean como si estuviera la banda sonora de su andar siempre en marcha…

Me gusta verlas tan delgadas y tan redondas, con sus prendas apretadas ceñidas a sus formas delineadas, de pieles claras, otras más oscuras, otras tan morenas que parecen de carbón teñidas…

Me gusta verlas orgullosas de su sangre, de su temple, de su singular picante en la mirada, de la sensualidad que emana de sus poros y les brota en carcajadas…

Me gusta verlas a los ojos, esos tan negros, tan redondos (y otros para mi infantil asombro, verde esmeralda) tan llenos de secretos y de mística, tan llenos de historias que comparten al calor de un café o de un simple vaso de agua…

Me gusta verlas peinadas con sus largas extensiones doradas, otras rojizas, otras amarillas, y hasta azules las he visto, ellas con esos caminos trenzados tan apretados como impidiendo que las ideas salgan…

Me gusta verlas vivas, de arcoíris vestidas, con combinaciones de colores no imaginadas pero que siempre matizan gracias al ébano de su piel tornasolada…

Me gusta verlas siempre, y siempre me las encuentro...

Ellas: diminutas, gigantes, rellenas, esbeltas, maduras y tiernas… Ellas...

viernes, 25 de febrero de 2011

Castillo



Esta noche es corriente, raramente fría, entonces no tan corriente debo admitir.

Mi nariz como la de un perro, está como la noche… y tan fría como mi cama entera.

Decido entonces que esta noche no tan corriente sea especial, el clima despierta mis sentidos y antes de emprender el viaje, selecciono la banda sonora que me acompañará en la travesía.

No hay pastillas, no hay jeringas, no hay bebidas… solo las ganas de soñar, solo las ganas de crear ese mundo en donde vos y yo reímos, nos amamos.

Abro las alas y con la mayor confianza me lanzo al vacío, en caída libre planeo, me dejo llevar.

Percusiones, cuerdas, teclados, metales. Setenta, ochenta, noventa y algo del dos mil marcan el ritmo ¿y de las voces? Qué decir de ellas, como las melodías, son únicas: varoniles, femeninas, susurrantes, narcóticas, eróticas, delirantes. Voces.

El escenario está dispuesto y el monólogo en escena: un lecho, un ente inerte en traje de dormir con la cara de pastel y una leve sonrisa que se dibuja en los labios de cereza, que sueña son de ella, míos al fin.

Tendida, absorta, envuelta en la fantasía de los dos, envuelta en la fantasía del mañana, del presente, ese eterno guerrero que me sorprende, el sin fin. Aquí estoy, huyendo del abismo de los días grises con preguntas sin respuestas.

Aquí estoy, con la cara de ponqué y con vos como amuleto, con vos como presea, como si hubiera alcanzado el cielo con las manos, como si mis manos te hubieran alcanzado, como si mi vida ya se hubiera realizado.

Al ritmo de metales, percusiones, teclados y voces, sigo en mi viaje. Yo, princesa conquistando destinos y vos mi consorte: sapiente, cauto, etéreo… maravilloso decidir la noche, maravilloso que con las ganas basta para emprender el viaje del arquitecto, en donde los cimientos de mi edificación solo los traza este corazón.

lunes, 7 de febrero de 2011

En la espesura

Cuando estás lejos extrañas lo que dejas,
Cuando regresas a lo que has dejado,
Entonces extrañas lo que dejas lejos…

Aquí el día es soleado, azul profundo y diáfano el firmamento,
El calor te quema la piel, te pica, te abraza…
Allá pocos días son soleados, de vez en cuando azules, casi siempre grises, nublados,
El calor te ahoga, se te pega en la piel, te sofoca…

Extraño mi asombro al ver los cuerpos exuberantes, enormes, tanta carne, tanta riqueza…
Fértiles como esa selva que nos rodea y que nos traga cuando desciende el Jetstream 41 de fabricación inglesa.

Extraño mi asombro cuando viví los primeros funerales,
Fantásticos, extraídos de cuentos…
Funerales morados con sombrillas de colores paseándose por la Primera con la banda repuntando la marcha fúnebre, al ritmo de melodías que me evocan a una New Orleans que no conozco.

Extraño mi asombro y encanto al darme cuenta que un gorro de baño es el mejor aliado para evitar que se dañe el alissé, que podes salir con gorro de baño a la calle, que es tan normal como la sombrilla. Entonces las puedes ver todas bellas, elegantes, frondosas y acicaladas conduciendo su moto o de pasajeras, con la lluvia encima y el gorrito de pepitas cubriendo su cuidada cabellera…

Amo su frescura, sus prioridades mundanas tan personales, tan coherentes, tan suyas…
la amplia y blanca sonrisa, esa mirada inocente que aún en el fondo siento que clama libertad.

Amo esa selva espesa, el verde esmeralda en sus mares costeros que me hipnotiza, su fauna gigante que temo. Envidio su ritmo, su movimiento de cadera tan erótico, provocador y lujurioso, tan natural.

Transito sus calles y no me siento ajena, me sumerjo en su gente, sus olores, sus colores, sus sabores, me deslumbro con sus rutilantes adornos hechos del oro que brota abundante solo allí.

Vivo y respiro el presente, me trago y conservo en mi memoria todos los episodios vividos y esperaré ávida los que llegarán en aquella espesura, en mis tesoros quedas hermosa tierra negra.

Salud a tu gente, a tus calles, a tus colores, a tus sabores, a tus olores, a tu humedad…
A tu salud y gracias porque me adoptaste, me alimentas y me das historias para contar.