¡Vaya sol que hace! De pie junto a la ventana, encandilada
está por el reflejo del astro que aunque le gusta, la mirada no resiste, los
ojos le arden. Bebe el té de frutos
rojos bien caliente, de sorbo en sorbo le sigue el trayecto a los afortunados
gallinazos. Ellos vuelan, piensa. Sí, comen carroña pero vuelan, no me importaría
comer carroña con tal de poder volar y perderme todos los días allá bien alto,
porque según cuentas, son de los que más
altura alcanzan. Sí… un gallinazo, con
la panza hedionda pero volando, libre, sin problemas, solo el gélido viento y
yo mientras abajo los miserables se destrozan y acaban con lo poco que nos
queda, dejando los restos que me comeré al bajar…
Regresa al último sorbo de té
y sonríe mientras piensa en lo fácil que sería su vida siendo el necrófago
animal.