martes, 2 de febrero de 2016

Agítese antes de usar



Cierto día hablaba con una amiga sobre los acuerdos a los que se debía llegar para vivir en pareja "todo es negociable en la vida" pensé, ¿Negociable? esa palabra mercantil sonó fría, pero en realidad todos estos asuntos de relaciones se convierten en transacciones de productos y beneficios, tú me das, yo recibo. Y saber que todo el tiempo nos están bombardeando con ideales y deseos para que creamos que son nuestros.

En el absurdo mercado del amor nos venden parejas tomadas de la mano, sueños rosa. Nos venden serenatas, cenas, tardes de picnic.

Pero no nos venden las falsas promesas, las ilusiones rotas, los sueños acabados. No nos venden la caída libre hacia el abismo del fracaso. No nos venden la realidad de la incompatibilidad, la tolerancia, el amar en solitario. 

No nos venden las horas de insomnio explicándonos el porqué de los errores, ni las eternidades frente al espejo preguntando una y otra vez ¿Qué pasa conmigo? 

Nos venden un paraíso y la prolongación de la vida en otro, otro producto de consumo más. No nos venden el homicidio de la inocencia, ni los crímenes de amor. Nos venden el empaque, no la carne que se pudre al aire libre sino se congela y no sabe a nada sino se frita y se le echan aliños.

No nos venden la cruda competencia en esta guerra del mercado: cada vez más féminas acicaladas y competentes y cada vez, prospectos menos dispuestos o como en la mayoría de los casos: no disponibles. 

Te venden el juego de la seducción, ese que supuestamente está como un chip incrustado en nuestro cerebro y que consiste en ser indefensa, delicada al extremo porque al hombre le gusta ser protector y tener a la princesa del cuento a su lado. Las mujeres fuertes e inteligentes son temerarias y están condenadas a que las deje el tren porque el principito no quiere enfrentarse con alguien que le iguale.

A la venta está el espejismo, el amor líquido, la válvula de escape a los tediosos fines de semana. El encuentro con un buen polvo para no quedar oxidado y tener al menos el recuerdo de un buen orgasmo, así sea fingido.

Nosotras y ellos girando alrededor de lo mismo: un marco con dos figuras al centro corriendo en una playa con el sol poniente al fondo. Dos para recorrer un camino en el que después del tira y afloje entre los marcianos y las venusianas, si las cosas no llegan a mutuo acuerdo, sólo quedará la resignación, la frustración y siga por la misma porque “así Dios lo quiso”.

Nos dicen que la belleza va por dentro, que lo importante son los sentimientos, pero nos bombardean con reinados y soluciones estéticas para mejorar el estuche, porque “mujer bonita que se respete, consigue quien la mantenga”. 

Nos venden el ideal de la media naranja, pero no nos dicen que ya estamos completos y que lo único que debemos hacer, es exprimir el jugo y disfrutar de la mejor bebida. 

Compré lo que me vendieron, me comí el cuento y después de un tiempo, de dar traspiés, caer y levantarme, he escupido toda la basura que por dosis mediáticas había ingerido. Ahora estoy en el mercado, pero no acepto ofertas, rumio ideas y conceptos y mientras disfruto esta piel, sé que somos muchos más los que no estamos dispuestos a ser artículos de consumo masivo.