Al partir, la húmeda atmósfera me devolvía una frescura particular, como diciéndome adiós, la frescura de una despedida… Despego y mis ojos a través de la ventana te observan por última vez, verde de tan mullido aspecto con serpenteantes figuras líquidas que se diluyen en mis ojos, mientras estos mismos ojos se volvían líquidos al pensar que serás ya un recuerdo.
Imágenes, apegos míos que se
hacen más fuertes con el pasar del tiempo, los años me llegan convertidos en
sentimiento, en amores por cosas, gentes, momentos… Apegos.
El vuelo es una fiesta carmesí
producto de una mágica puesta de sol, carnaval de azules violáceos fundidos en
blanco mientras la moneda de oro se perdía en el Occidente. Mis ojos aún líquidos tratan de capturar tanta
maravilla para perpetuarla en mis adentros. De repente, al Oriente, justo en mi
ventana, otro gigante de plata aún con tintes amarillos, se levantaba
tímidamente en su paraíso poco a poco añil, esta vez la madre Natura me
regalaba una función extra: Sol y Luna frente a frente, de extremo a extremo, desde
el aire observo un cambio de turno.
Sin palabras despedida, mi
partida será el hasta siempre que sellé en mi libre unión con este Universo. Hasta
siempre a tus paisajes, a los momentos eternos en donde solo tú Atrato y yo,
nos encontrábamos en silencio. Hasta siempre
a la sonrisa amplia, a la bella y aterciopelada piel de ébano, a la generosidad
de formas que le ofreces a la asombrada vista del foráneo. Hasta siempre a tu espesura, mis historias te
las quedas en la bóveda de tus secretos.
El vuelo continúa mientras te
dejo, mientras se cae el día y el carnaval carmesí es ya añil. Súbitamente el
Valle aparece en escena, tramos de luces demarcan la geografía de los pueblos,
el panorama es otro, ya no estarás manigua ante mis ojos, ahora te quedas en el
vagón de mis recuerdos, perenne serás ahora en mis sueños.
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