martes, 14 de enero de 2014

Metro

Como si no fuera de este planeta observaba a todos a su alrededor, reconfiguraba los rostros y de repente se inventaba historias detrás de cada uno, su rutina era habitual, tenía la manía de pretender que era ese gran ojo sobre cada cual que no  perdía detalles.

La estación del metro estaba atestada, así que el proceso creativo sería más arduo mientras esperaba su vagón. 

Lo vio pasar por su lado con esa sonrisita que se le regala a la gente que se conoce, pero no lo conocía. Lo perdió de vista.

Finalmente llegó a la puerta de cristal que abre y cierra escupiendo y tragando personas. Sintió esa punzada en el cuello, giró su cabeza y ahí estaba, riendo de nuevo, él, ese demente que creyó ver en ella a alguien familiar, lo ignoró, giró de nuevo su cabeza, pero con su cara encima, tal vez era el loco del metro o algún asesino en serie que la había escogido como su próxima víctima.

Una especie de pánico logró albergar en su ser, si bien vivía en la urbe, en esa selva de cemento que se come todo cuanto recibe y que profesa seguridad a toda costa gracias a las infinitas cámaras instaladas en cada rincón estratégico, sumadas a las duras condenas contra cualquier tipo de crimen, a pesar de todo eso, se sentía insegura… Poco a poco los vagones de los otros llegaban, la puerta se abría, escupía gente y tragaba más, cerraba.  


Su vagón no aparecía, sentía aún las punzadas en su cuello, ya se imaginaba la figura maligna del bufón a su espalda, tal vez con un arma, tal vez sin ninguna pero con la más cruel, la dura intención de aniquilarla, de matarla con la incertidumbre de la espera del momento en el que decidiera acabar con su existencia.

2 comentarios:

Pablo Flugel dijo...

No viajo mas en metro!!!

Unknown dijo...

Pablo, en el metro se encuentran las mejores historias... jejeje