viernes, 25 de febrero de 2011

Castillo



Esta noche es corriente, raramente fría, entonces no tan corriente debo admitir.

Mi nariz como la de un perro, está como la noche… y tan fría como mi cama entera.

Decido entonces que esta noche no tan corriente sea especial, el clima despierta mis sentidos y antes de emprender el viaje, selecciono la banda sonora que me acompañará en la travesía.

No hay pastillas, no hay jeringas, no hay bebidas… solo las ganas de soñar, solo las ganas de crear ese mundo en donde vos y yo reímos, nos amamos.

Abro las alas y con la mayor confianza me lanzo al vacío, en caída libre planeo, me dejo llevar.

Percusiones, cuerdas, teclados, metales. Setenta, ochenta, noventa y algo del dos mil marcan el ritmo ¿y de las voces? Qué decir de ellas, como las melodías, son únicas: varoniles, femeninas, susurrantes, narcóticas, eróticas, delirantes. Voces.

El escenario está dispuesto y el monólogo en escena: un lecho, un ente inerte en traje de dormir con la cara de pastel y una leve sonrisa que se dibuja en los labios de cereza, que sueña son de ella, míos al fin.

Tendida, absorta, envuelta en la fantasía de los dos, envuelta en la fantasía del mañana, del presente, ese eterno guerrero que me sorprende, el sin fin. Aquí estoy, huyendo del abismo de los días grises con preguntas sin respuestas.

Aquí estoy, con la cara de ponqué y con vos como amuleto, con vos como presea, como si hubiera alcanzado el cielo con las manos, como si mis manos te hubieran alcanzado, como si mi vida ya se hubiera realizado.

Al ritmo de metales, percusiones, teclados y voces, sigo en mi viaje. Yo, princesa conquistando destinos y vos mi consorte: sapiente, cauto, etéreo… maravilloso decidir la noche, maravilloso que con las ganas basta para emprender el viaje del arquitecto, en donde los cimientos de mi edificación solo los traza este corazón.

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